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viernes, 8 de octubre de 2010

EL HOSTAL DE LA BORDETA

Al número 1 del butlletí "Fitxes de Santa Eulàlia", del maig del 1998, de l'Arxiu Històric de S.E. Provençana, el Sr. Inocencio Salmerón Vargas, membre aleshores de la Junta Directiva de l'Arxiu, va publicar un article amb el nom que obra aquest escrit, que reproduïm íntegrament a continuació. Com es dedueix de la lectura del seu contingut, la tasca d'investigació de l'erudit divulgador torrasenc va ser profunda i seriosa. Ens honora posar a l'abast dels nostres visitants un treball tant rellevant del nostre amic Salmerón, al qual retrem homenatge de reconeixença per la seva tasca en pro de la recuperació de la historia de L'Hospitalet.

De los tres edificios construidos en l'Hospitalet dedicados a hostal, sólo el de la Bordeta se mantiene en pie, aunque muy degradado el piso superior; es quizás por esa razón que tiene los días contados.
Sobre él y su entorno pesa un plan de reforma urbanítica. Siguiendo la dinámica constructiva que vive Santa Eulàlia, en ese lugar se levantaran viviendas. Situado en el nº 1 de la calle Santa Euàlia, la firma comercial que lo ocupa, Heliodoro Gimeno, es la actual propietaria.
El Hostal de la Bordeta es, sin lugar a dudas, el edificio civil más antiguo del barrio de Santa Eulàlia; su construcción se remonta al siglo XVII. A este respecto, el historiador Jaume Codina en el tomo segundo de su libro <<Els pagesos de Provençana>> (984-1807), señala dos fechas como posible año de creación: 1668 y 1698 y que "a partir de 1690 la Bordeta deixa de ser només hostal i es converteix també en fleca i tenda".
A un lado del Camino Real y la Riera Blanca, el propietario Llorenç Vidal habia edificado una casita a la que, por sus reducidas dimensiones, se la conocía por "La Bordeta d'en Vidal". Durante varios meses al año era utilizada como taberna y hostal.

En 1668, Paula Pons, de Barcelona, adquiere la propiedad con una pieza de tierra de unas cinco mojadas de extensión y decide ampliar el edificio. A pesar de sus nuevas dimensiones se la sigue llamando el Hostal de la Bordeta.
Durante el verano de 1697, l'Hospitalet se había convertido en campo de operaciones del ejército francés para sitiar Barcelona. Al socaire de esas jornadas bélicas, l'Hospitalet sufrió saqueo y destrucción. El Hostal de la Bordeta padeció las consecuencias y se hubo de reconstruir al año siguiente.
 
Los hostales surgieron en respuesta a unas necesidades: el flujo constante de viajeros y mercancias que llegaban a la gran ciudad. Se levantaron al pie de caminos frecuentados que conducía a Barcelona.
Sobre la importancia social y económica que ejercieron los hostales, J. Fabre y Huertas Claverias nos dicen: "Mentre existiren les muralles, o sia, fins el 1854, els hostals extramurs tingueren un paper important, perque les portes eren tancades al vespre molt d'hora (les nou com a màxim) i aquells permetien hostatjar als traginers i mercaders que arribesin tard".
El 8 de enero de 1761, respondiendo a un cuestionario "en cumplimiento de lo mandado por su Majestad", el Ayuntamiento hospitalense asegura que los mesones y tabernas que posee "son por diferentes concesiones hechas a la universidad de este lugar, por los Bayles Generales de Cataluña, en nombre del rey".
Por la documentación hallada en el "Arxiu Històric de la Ciutat" sabemos que, en agosto de 1836, el Ayuntamiento sacó a licitación el Hostal de la Bordeta -un edificio de 351,59 metros cuadrados con una pueza de tierra de dos mojadas- para ser arrendado a la persona que hiciera la mejor oferta.
Esta resultó ser la viuda Josefa Bofill, vecina de l'Hospitalet, que se comprometió a regentarlo por un precio de 250 libras anuales (el equivalente de 2.666 resles de vellón) cuyo pago se haría "en moneda metálica y sonante de oro y plata y no ser en papel moneda aunque fuera permitido su uso".
Según lo estipulado en el contrato, el arrendamiento debía satisfacerlo por trimestres anticipados, había de empezar a regentarlo el 1 de enero de 1837 y concluirlo el 31 de diciembre de 1841; Josefa Bofill estaba obligada a cultivar la tierra sin deteriorarla, siendo dueña de los frutos que de ella obtuviera, y el hostal estaría provisto de los víveres necesarios para atender las necesidades de los transeuntes, así como de las personas hospedadas en él. Las cubas debian tener el correspondiente rótulo indicando la calidad y el precio de los vinos y el Ayuntamiento tenúa atribuciones para inspeccionar las balanzas y medidas, pudiendo a su vez multar cada vez que observara irregularidades en el peso de los comenstibles.
Mucho antes de cumplir el arriendo del local, Josefa Bofill consiguió un nuevo arrendamiento por tres años más al precio total de 482 libras y ocho sueldos, con media mojada de terrenos menos.
Como se puede apreciar, hay una sustancial descapitalización del edificio, que puede atribuirse a la decadencia de los hostales hospitalenses. No hay que olvidar, por otra parte, que en 1840 se anula la prohibición de edificar en un radio de 6 kilómetros fuera de las murallas de Barcelona y que un activo "traginaire" llamado Joan Corrades Bosch, al amparo del Hostal Vell, fue creando un barrio de comerciantes y trabajadores -que hoy se conoce como Hostafranchs- donde no faltaban herreros y carroceros, oficios muy prósperos en la Barcelona de la época.
Estos servicios no existian en las inmediaciones del Hostal de la Bordeta, lo que pudo aconsejar a los carreteros que transitaban por Santa Eulàlia, camino de Barcelona, mejores comodidades para ellos y los animales de tiro. Es evidente que ha dejado de ser rentable y su venta es inminente; esta se produce junto con una parcela de tierra el 1 de junio de 1847 en favor de Pau Cucurny, el industrial barcelonés que figura en la Matrícula Industrial de 1868 con la fábrica de productos refractarios en la calle de Santa Eulàlia nº 5. El precio que figura en un documento ofrece sus dudas, puesto que le puede faltar un un cero a la derecha, ya que el Hostal de Collblanc se vendió por 13.000 reales de vellón -cuando su estructura arquitectónica era casi una ruina- el cual sería demolido en la década de 1920, y el que nos ocupa sigue en pie.
Darrera dels arbres, es poden observar les finestres de Can Ramonet
Hasta 1889 no ha sido posible obtener más información sobre la actividad que pudo desrrollar el hostal. En esa fecha aparece Ramón Farré Juliá con una tienda de vinos y aguardientes del país al pormenor. Ramón Farré llegó al barrio procedente de Sant Esteve Sesrovires en 1869. Este nuevo comercio sería conocido popularmente por Cal Ramonet, que mantuvo sus puertas abiertas hasta 1978, fecha en que se trasladó al nº 71 de la calle Santa Eulàlia, según testimonio del señor Josep Blanch, actual propietario de Cal Ramonet.

Inocencio Salmerón Vargas    
Can Ramonet, darrera, a la dreta, de "La Pinça"
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